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Manuel E. Amador

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Manuel E. Amador

Manuel E. Amador


(1869 - 1952)

Nació en Santiago de Veraguas el 25 de Marzo de 1869.

Entre 1904 y 1908 residió en Hamburgo donde ejerció el cargo de Cónsul General. allí tuvo sus primeros contactos con el Impresionismo, movimiento afín a su temperamento. En 1908 marchó a Nueva York e ingresó en la Escuela de Pintura de Roberto Henri.

Le cupo a Don Manuel E. Amador el honor de ser el creador de la bandera panameña.

Contemporáneo de D. Robert, si bien un poco mayor, D. Manuel E. Amador (1 869- 1952) verá dicurrir su vida por otros derroteros. Iniciado en la pintura desde su juventud - alguna vez declaró "yo siempre he pintado" - Amador consumirá sus años juveniles en el servicio de la burocracia. Durante la última década del siglo, ocupará, en camino ascendente todos los cargos de la Administración de Hacienda del Departamento, para ser luego instaurada en la República, su primer Secretario de Hacienda. En 1904 marcha a Europa, con el cargo de Cónsul General en Hamburgo, donde vivirá hasta 1908. Fue una ocurrencia providencial que le iba a permitir su reencuentro con la pintura. Porque son los años en que hacen su ingreso a la historia de los artistas agrupados bajo el rubro de "El Puente", punto de partida del expresionismo alemán.

En 1908 Amador es trasladado a Nueva York con el mismo cargo consular. Pero la nueva Administración le deja cesante casi enseguida. En 1909 muere su padre y D. Manuel vuelve en un viaje fugaz a Panamá, para tornar a Nueva York, donde va a cumplirse una nueva y decisiva etapa en su vida de pintor. Así. lo ha contado él mismo. Ingresa a la Escuela de Pintura de Robert Henri, en torno a la cual se realiza buena parte de la renovación de la pintura norteamericana. En Nueva York pinta algunos de sus mejores cuadros-paisajes, desnudos, figuras humanas, casi todos, óleos sobre tabla, la mayor parte fechados entre 1910 y 1914. Atraído por nuevas inquietudes - la música, la elaboración de un idioma universal - deja de pintar. Y permanecerá en Nueva York hasta 1926, cuando regresa a Panamá. Amador, que cuenta ya con cincuenta y seis años, consume sus pocos haberes en la monumental empresa idiomática que le apasiona. Y tiene que trabajar para sobrevivir. Quien fuera el Primer Secretario de Hacienda de la República, será ahora un empleado más de la Administración de Rentas.

En las esporádicas exposiciones de arte que se realizan a partir de 1935 Amador contribuye con algunos envíos. Apenas si llaman la atención. Sus años de ausencia lo han convertido en un casi desconocido, del que se recuerda vagamente al creador del emblema patrio. Su total independencia de carácter y su ninguna sumisión a los convencionalismos lo hacen un excéntrico sospechoso. Pero en los pequeños círculos de aficionados el conocimiento tardío de su obra suscita sorpresas y aplausos. D. Manuel volverá a pintar después de 1940, cuando tiene lugar un auténtico renacimiento de nuestras artes plásticas. Para entonces tiene más de setenta años y su vista comienza a fallar. Pero su entusiasmo y vigor no menguan, y se entrega a su vieja querencia con brío incontenible. En los cuadros de su producción postrera hay mayor libertad en los temas y en la ejecución. Pinta sin embozo previo, manchando directamente el lienzo o el papel. Una cabeza de Rabino y un Bodegón de flores son buenas muestras de lo que digo.

D. Manuel fue además un dibujante extraordinario. La colección de dibujos, grabados y acuarelas que con ánimo generoso donó a la Universidad de Panamá, ciento ochenta en total, la mayor parte, estudio de la figura humana, de un dinamismo sorprendente, constituye una de las porciones más valiosas de sus obras, de la que desafortunadamente mucho se ha perdido. Tablas afectadas por los rigores de nuestro clima, lienzos malogrados por factores varios, se restaron a nuestra herencia artística.

La obra pictórica de Manuel E. Amador es de una fuerte expresividad, de un vigoroso acento. Ante sus cuadros , aún ante sus dibujos y óleos más pequeños, sentimos la sensación de algo muy sólidamente construido. Algunas de sus creaciones se cuentan entre los más felices logros de la pintura panameña. Amador tuvo también discípulos: Ricardo Conte Porras, y Olga Sánchez Borbón.



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